Leonor escruta atentamente los envases de aquello que le gusta. Ayer leyó en alto, con un poco de sorna, las características, que según la caja, posibilitan la creación, la artística y, entre ellas, la de un buen café. Yo callé. Mas hoy he venido a copiarlas aquí. Y no he conseguido verlas entre tanta letra pequeña de autobombo por más vueltas que le llevo dada al envase. Por suerte, las recuerdo: "Pasión, experiencia y paciencia". Quitando que tengan todo el aroma del markéting cursi, hay que reconocer que es una mezcla interesante, intensa, equilibrada.
Jeje, muy bueno. Si no fuera porque parecería propaganda política, diría que una de las tres sobra: a quien tenga pasión y paciencia la experiencia se le dará por añadidura. (Y me gustó también mucho lo de ayer con Richard Ford.)
ResponderEliminarNo muy de acuerdo con lo de "la experiencia se le dará por añadidura". Y lo subrayo porque me parece que plantea un tema interesante. Si, por ejemplo, están charlando en un bar un grupo de amigos, y uno de ellos es médico, si en la conversación surge un tema relacionado con la salud, cada uno podrá tener (y expresar) naturalmente su opinión; pero se asume con naturalidad por parte de todos que la opinión del médico tiene en principio más peso. Se entiende que, siendo él un profesional de la medicina, tiene unos conocimientos, adquiridos a lo largo de años de formación específica, y una práctica profesional, que en principio le colocan en una situación de ventaja con respecto a quien no lo es.
ResponderEliminarSin embargo, eso no ocurre, o no en la misma medida, con un escritor, por ejemplo. Es mucha la gente que, convencida de que su propia opinión es tan válida como la de cualquiera, no da ninguna importancia al hecho de que alguien tenga una larga práctica de escritura (y lectura) detrás, diversos libros publicados, escritos de tema literario, etcétera. Como si se diera por supuesto que el tiempo de formación y de experiencia del médico tienen un peso, pero el de un escritor en las mismas condiciones es cosa desdeñable.
No quiero decir con esto, naturalmente, que las opiniones de quien no tenga esa ejecutoria (porque está empezando, o porque no es escritor, aunque sea lector) no cuenten para nada. Pero hay (y no son pocos) quienes desdeñan todo eso un tanto alegremente, cosa que no harían con un médico. Y es un error. El mismo Cervantes, que en ese sentido es un caso nada corriente, y aunque el Quijote sólo fuera su segunda novela, tenía además la práctica de escritura de toda una serie de obras teatrales hoy perdidas, pero a las que se refiere en distintas ocasiones, además muy posiblemente de otros escritos que no conocemos.
Lo que quiero decir, en resumen, es que la inspiración, el genio y todo eso son cosas maravillosas; pero que sin la artesanía oscura y tenaz de una práctica sostenida y sin una honda familiaridad con el idioma, las mejores dotes naturales serán insuficientes, o, en el mejor (y rarísimo) de los casos, no llegarán nunca a darán de sí todo lo que podrían.
Corrijo, en el último párrafo: "a dar de sí". Las e-ratas, al contrario que sus primas no virtuales, no abandonan ni el barco que se hunde.
ResponderEliminarAgradezco al anónimo su nota, con o sin erratas, y con ella la oportunidad de aclarar lo que escribí a toda prisa. No quise decir que la experiencia no deba valorarse; al contrario, la experiencia es un grado, por supuesto, en la escritura como en lo demás. Pero sus condiciones de posibilidad son distintas: la pasión y la paciencia la pone uno; la experiencia la pone el tiempo. Quise decir que cuando un escritor tiene las dos primeras, con un poco de suerte podrá adquirir esa experiencia y todo lo que viene con ella: intuición, seguridad, una voz propia, etc. Las horas de vuelo, como saben los pilotos, no son una cuestión trivial. Así que creo que estamos de acuerdo; yo desde luego suscribo aquí mismo el último párrafo y su defensa de la artesanía, faltaría más.
ResponderEliminarSi no estuviera incluida en "pasión", yo añadiría "aptitud".
ResponderEliminarJilguero