Ambulancia y k.o.
La noqueante sensación de encajar como un guante en una parábola.
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Cuánto más lo pienso más claro lo agradezco. El buen samaritano socorrió generosamente al herido, pero sobre todo salvó al levita y al sacerdote porque, gracias a él, la indiferencia de ellos no pasó de ser una falta moral y no se convirtió en denegación del deber de auxilio o, incluso, en complicidad culposa con un homicidio. Cuánto debemos al buen samaritano y cuántos, incontables.
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