Bécquer, mon semblable, mon frère, protesta de "las irreverentes limpiezas, los temibles y frecuentes arreglos de cuarto de mis patronas". Y elogia el desorden de su despacho: "sobre aquella tabla, cubiertos de polvo, pero con las mismas señales y colocados en el orden en que yo los tenía, están aún mis libros y mis papeles."
Tengo que enseñarle esta cita a Leonor, por lo menos para que escuche en mis lamentos un eco romántico.
Un amigo mío se encontró con que el eficiente "desorden" de los libros de la biblioteca había sido corregido por su señora, sin duda con la mejor de las intenciones; ahora los libros lucían colocados por tamaños y colores, muy aparentes, pero inmanejables. Negociación, oiga: el aparente "desorden", incluso sin excesos como el de mi ejemplo (real como la vida misma) puede ser un orden no evidente, pero auténtico y útil.
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