miércoles, 3 de septiembre de 2014

A pesar de todo



Los ángeles existen pero pueden ayudarnos menos de lo que quisieran. Les cuesta mucho contemplarnos sin irritar sus ojos, llamar a nuestra puerta sin llagar sus manos, escuchar lo que decimos sin dañarse el corazón.

Y el mío, vista cansada, manos encallecidas, corazón roto, no deja, sin embargo, de ayudarme todo lo que quiero, que es mucho.  

[El espléndido aforismo es de Alejandro Marzioni, la certeza es mía.]

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