Llevaba unos días retrasando esta entrada, para no pasarme el día hablando de mis hijos, que es lo único que me queda suelto para el blogg después de tanto artículo omnívoro de opinión. La cuestión era que a Enrique le apasionan los vídeos de esgrima. Le busqué la serie el pequeño Cid, pero le decepcionó: "Hay poca lucha", fue su conclusión crítica. Usamos las botellas de agua mineral vacías para entrenar, aunque tenemos que esconderlas bien porque las chicas nos las tiran a la basura cuando las encuentran por ahí. Y a lo que venía: el gesto de Quique, que me hace muchísima gracia, es que cuando me desarma, le apasiona --lo ha visto en YouTube-- el gesto caballeroso de empujar con el pie la espada para darme otra oportunidad. Ni que decir tiene que no agarro mi sable como un pájaro para que no se escape, sino que me dejo desarmar continuamente, por el puro gozo de ver esa patadita elegante y satisfecha.
Eso es lo que estaba guardándome, haciendo tiempo, pero hoy Carmen se ha levantado con unas decimillas de fiebre. Le he dicho que se quede en casa. Le gusta más que nada (en eso ha salido a mí) quedarse en casa, pero ha dicho que ni hablar, que quería ir al cole. Luego me ha contado Corina que tiene que terminar y traerme su regalo sorpresa por el día del padre. El regalo ya me lo ha hecho. Le ha dado una patadita a mi corazón, desde luego.
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El regalo de Carmen era este cuadro:
Pondré mejor foto del lienzo, que voy a enmarcar, naturalmente. Y, en realidad, es más bonito todavía. Por lo visto, cada niño ha dibujado la escena en la que más y mejor imagina a su padre. Me ha contado Carmen que un amigo ha puesto a su padre en el campo, otra, en el parque, otra, en la playa, y así. Y yo estoy... ¡yendo a la iglesia!
Más ilusión no ha podido hacerme.
Voy a ser moderna. Pongo cara de horror y te espeto ¿les enseñas a tus hijos a utilizar espadas? Y lo que es peor, apoyas las inclinaciones de tu hijo varón y no obligas a tu hija a aprender igualmente. Y lo cuentas el mismísimo día del padre. No tienes arreglo.
ResponderEliminarVuelvo a ser yo. Qué bonitooooooooooo. Todo. La gentilhomía de Quique y la gentil... de Carmen.
Y eso, querida Isa, que no había aparecido todavía el cuadro de Carmen: ¡Con la iglesia hemos topado! Qué bien.
ResponderEliminarJa, ja, ja, sí. Los niños son eternos, la modernidad les trae al pairo.
ResponderEliminar¡Y esas maravillosas sonrisas...!
ResponderEliminarAdemás de lucir enormes sonrisas vais flotando, sobrevolando la tierra... Me declaro fan de los dibujos simbólicos de Carmen.
ResponderEliminarQuè requetemona es tu nena
Eliminar¡suertudo!