jueves, 9 de abril de 2015

Venerable


Ayer debía de andar con un aura venerable. Me encuentro a una señora, que me comenta: "Qué mona está tu nieta Carmen...." Me mesé las canas, entre sorprendido y halagado. 

Pero no fue casualidad. A la entrada de la iglesia, se me acerca un respetuoso policía municipal: "¿Es usted de aquí?". O sea, deduje por su mirada y su actitud, que si era el cura. "Vengo a misa, soy un feligrés", repliqué, viendo que mi jersey oscuro, mi venerable edad y los papeles que llevaba en la mano, amén de la costumbre de algunos sacerdotes de ir de secreta, habían inducido al honorable error. 

Quería el buen agente de la autoridad que avisase en misa que había un coche mal aparcado y que o salía el dueño o se lo llevaba la grúa. Le expliqué que, debido a mis años y a mi dignidad, no podía entrar dando gritos (y tarde) en la misa. Él decía: "Yo con el uniforme, como comprenderá usted, no estaría bien que entre". Era un joven muy amable. 


4 comentarios:

  1. ¡Ah, amigo mío!, je, je. Contra la absurda aspiración actual de ser eternamente jóvenes, cumplir años no es malo para un escritor. En absoluto. Piensa en Cervantes, en Jiménez Lozano, en Montaigne (la lista sería interminable, lo sabes bien). Lo dice uno que superó ya la temida frontera de los cuarenta.

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  2. "amén de la costumbre de algunos sacerdotes de ir de secreta". Me parto.

    Aunque, en su otra acepción, no creo que esa costumbre merezca tu amén.

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  3. Claro: venerable, de era. Muchas gracias.

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