Lo bueno de los nubarrones son los rompimientos de gloria. En su honor, recupero el subtítulo clásico de este blogg. Ayer, dos, nada menos.
Ya a las ocho menos cuarto de la tarde, después de todo un día de tumbos, cuando llevábamos tres horas de gestiones, Leonor —en la cola larga y lenta del supermercado— me mira y me dice: "Estás muy guapo. Hasta ahora [y llevábamos juntos desde el almuerzo] no he tenido tiempo ni de mirarte". Era un piropo, por las circunstancias y por el reconocimiento de la invisibilidad de la rutina, verosímil. Y yo que estaba maldiciendo la lentitud de la cajera....
Por la noche, Abel Feu me manda este poema y, de golpe, el sabor de la poesía, esa felicidad que nace de las palabras y de la postura del poeta. Noté que se me ensanchaban los pulmones. Ah, respirar, ah, lo había olvidado.
LA CANCIÓN
Gramáticas, historias, diccionarios...
¿Para qué se me ocurren tantas cosas?
Dejo en su paz a los bibliotecarios
y me voy a cazar mis mariposas.
Y si me canta dentro un ritmo suave
que a lo divino y misterioso impetra,
aprende mi razón lo que no sabe,
y a mi ritmo interior le pongo letra.
No sé si mi canción gusta a la gente
(la sed le es a la fuente indiferente,
e indiferente al búcaro la rosa).
Alma de mi canción es mi mutismo,
y aunque predico alguna vez en prosa,
yo canto por cantar, para mí mismo.
Ángel Lázaro(“Confesión”, 1927)
No hay comentarios:
Publicar un comentario