Hoy se le ha caído a Carmen (o le han extraído) su segundo diente de leche. Con el primero, me salió un haiku. Con el segundo, hemos escrito, ella y yo, bajo la sombrilla, un poema a cuatro manos.
Oh, tú, pequeño diente
que has caído heroicamente,
¿cuántos mordiscos diste a las manzanas?
Y mientras yo dormida, aún temprano,
diste cuenta tú solo, ¿de cuántas magdalenas?...
Esta mañana de verano,
con un tirón atroz de la alba mano
de Blanca caíste blanco entre la blanca arena.
Saldrá otro diente; olvidaré yo, ingrata,
tu ayuda al comerme un gran bocata
o al hincarte feroz en un hojaldre...
Pero jamás podrá mi pobre padre
olvidar tu blancura primeriza
brillando, cuando niña, en mi sonrisa.
Claro que tampoco olvidaré su risa mellada mientras íbamos dando con las rimas y, sobre todo, cuando íbamos rechazando otras.
Y una curiosidad. Lo he escrito en los márgenes de Los judíos y las palabras, el libro que escribieron a cuatro manos Fania Oz-Salzberger y Amos Oz, hija y padre, precisamente.
¿No va todo demasiado rápido? Todavía me parece muy pronto para que Carmen comience con lo de los dientes. A ojo, tres o cuatro años todavía. Esto de la vida va demasiado deprisa
ResponderEliminarHa cumplido cinco. Pero aún así, sí, es demasiado pronto, y sí, la vida va a velocidades supersónicas: para dejarse, justamente, los dientes.
ResponderEliminarA mí me lo vais a decir, que a Juanín se le ha caído ayer una muela (quizás la última de leche?! ), y ya tiene ¡once años!
ResponderEliminarQué rápido, todo...
Con los versos del inicio, cortando un poco, sale un haiku:
ResponderEliminarPequeño diente:
¿cuántos mordiscos diste
a las manzanas?
Mil gracias, Aitor. Justifica la entrada.
ResponderEliminarEl poema es precioso, muy divertido, hasta los tres últimos versos.
ResponderEliminarJusto entonces... qué fulgor.
Gracias, gracias.