viernes, 9 de octubre de 2015
Sin remedio
Voy, muy lenta y muy interrumpidamente, corrigiendo mis viejas entradas del blogg para un nuevo tomo de mi diario. Ayer me di cuenta de que como diarista clásico no tengo remedio. Acababa de salvar una entrada sobre una bicicleta oxidada que se llevaba un chatarrero, y di con una donde cenaba con cuatro premios Cervantes, cuatro, en una mesa tranquila, en una bodega solitaria, en la intimidad, pues, con una conversación larga y distendida. Y no es que no escribiese la entrada del año, como debería haber hecho, sino que no era una entrada salvable, siquiera. La borré.
(No escribo esto para que me consoléis ni me riáis la gracia. Alternativamente hago yo sólo las dos cosas.)
No veo yo motivo para desconsolarse. No me imagino, un poner, a Emily Dickinson, o a Whitman, escribiendo "el poema del año" porque hubieran estado rodeados de celebridades de su tiempo. No es en esos actos sociales, como ya observó Proust, donde generalmente tiene uno ocasión de dar lo mejor de sí mismo, sino en soledad y con las cosas o las personas que ni tienen ni requieren fama, porque no les hace falta. Borges, por ejemplo, trató a un buen puñado de presuntos grandes de este mundo; pero en su obra tales tratos tienen un lugar mínimo, o ningún lugar. La literatura tiene poco que ver con los "ecos de sociedad"; es otra cosa.
ResponderEliminar