De mal en peor
Lo malo de que te engañen es que no sabes a ciencia cierta si te irrita tanto porque te han cogido las vueltas o por el retorcimiento moral, tan decepcionante —clamas— de quien te la metió doblada. Y lo peor es que, a poco que pienses, descubres que te duele justo en el amor propio. Si fuese lo otro, debería dolerte lo mismo o más cuando te cuentan otras maldades más graves, otras traiciones a otros, otras infidelidades ajenas, ante las que sonríes, comprensivo, con aires de superioridad, vistiéndote de tolerancia, y que te dan igual. Y esto es todavía peor.
Casi es preferible que te engañen.
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