martes, 24 de noviembre de 2015
Sueños
En un sueño mío aparecen algunos conocidos persiguiéndome con saña y maldad. Me levanto incómodo y tardo unos minutos —que se me hacen muy largos— en acordarme de la inocencia (de la presunción de inocencia, primero y luego, por fin, suspirando, de la auténtica inocencia) de esos conocidos. Se les había pegado mi sueño como una sombra oscura que tengo que desprenderles muy cuidadosamente con un movimiento firme de voluntad. Y, de pronto, me entra el terror. ¿Entraré yo así de desasosegadoramente en los sueños de alguien? Es para pedir cada noche que todos sueñen con los angelitos; y de ninguna manera con nosotros, eso no, por piedad. ¡Qué sabias y profundas las oraciones de la infancia!
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