miércoles, 16 de diciembre de 2015
Casi teológico
Hay algo profundamente emocionante en ver cómo mi mujer celebra por todo lo alto que mis hijos no hereden determinadas cosas mías, ya sean rasgos de mi carácter o de mi físico o de mi salud. Sería tonto por mi parte picarme, cuando lo que corresponde es echar al vuelo las campanas del agradecimiento, pues no me cabe duda de que ella me tiene bastante ley. Me quiere a pesar de todo, dándole a "todo" un valor no de pronombre indeterminado, sino de absoluto, casi. Lo cual tiene una lectura prácticamente teológica: entronca con el tema de la naturaleza caída. Mi mujer quiere al que soy, sin duda, pero no tal como soy, desde luego, si acaso al cuerpo glorioso que, Dios mediante, seré.
El noviazgo es la conquista de la mujer a la quieres; la vida, la conquista o la consecución del hombre al que tu mujer quiere. Esto sólo lo arreglará la muerte, me digo, pero no hay prisa. Mientras tanto, celebremos que nuestros hijos esquivan la lotería de la genética. Por ahora se han librado de la marca de mi agenesia dentaria ni son miopes ni desordenados.
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