sábado, 7 de mayo de 2016

Pillastre



Ayer, Enriquito salió aquí muy favorecido, como un pequeño filósofo presocrático. A la misma hora, daba otro perfil en la vida analógica: el de pillastre. 

Carmen estaba invitada a un cumpleaños y Leonor tenía que ir a la feria y yo iba al teatro (en teoría) a ver a Shakespeare, así que lo adjunté al plan de la hermana. Para que el precio por cabeza no recayese sobre los anfitriones, discutí con la encargada lo de pagar la entrada del niño. Ella no quería, que le habían dicho que entraban todos a saco. El sujeto en cuestión nos oía desde abajo, muy serio. Al final —gracias a la buena educación mutua— la chica comprendió mi situación y accedió a cobrarme, aunque ya Enriquito se había ido a jugar. 

Ya me iba cuando me llamó muy alterado desde el parque. A través de la valla me dijo a mandíbula batiente: "Je, je, papá, menos mal que no hemos pagado". No desengañé al pequeño pillastre.

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