martes, 29 de noviembre de 2016
Arca de Noé
Diluviaba. La lluvia nos mantuvo todo el fin de semana en casa, felizmente. Yo salía a por leña, calándome hasta los tuétanos, y colmaba así mis ansias de aventura y vida campestre. A los niños les gustó jugar al dominó y no se quejaron del encierro, aunque se les notó.
Quique iba refunfuñando por el pasillo de mí: "Sólo le importa el dinero, sólo le importa el dinero". Me lo contó su madre, asombrada. Por no pegarle una torta y darle explicaciones racionales como un moderno pedagogo, yo le había rogado que no saltase por los sofás, que son muy caros, y que las cosas se estropean. Y que no jugase con el balón dentro de casa, que podía romper alguna lámpara. De todo lo cual, dedujo, con cinco años, mi atroz materialismo, que despreciaba, el tío, con un ardor sesentayochista.
Carmen, de mejor humor, dio en reírse de mí y de mis angustias. Sin piedad:
Tan real era mi angustia que hoy le he tenido que solicitar a Cervantes que me escriba la columna, lo que ha hecho, solícito.
El domingo por la noche, todos dormidos, me entró otra angustia. ¿No estaría condenando a Leonor a unos fines de semana de enclaustramiento estanco, que a mí me encantan? Pero el lunes, al alba, cuando nos habíamos levantado para trabajar, como la paloma y el cuervo que Noé soltaba por la ventanilla del arca, ella me dijo: "Qué pereza salir, con lo bien que lo hemos pasado los cuatro juntos todo el fin de semana". Y me compensó la guasa de mis hijos, y todo.
Ese padre que solo piensa en el dinero y que anda al estricote hasta que acaba su artículo diario me recuerda a aquel gran columnista que al rematar cada día su artículo decía: «¡a firmar y a cobrar!» No era mal lema.
ResponderEliminarPor supuesto que si a Campmany solo le hubiera interesado el dinero, no habría escrito, en el mejor español de su tiempo, aquellos artículos deliciosos y memorables, Dios se los pague. Y tampoco debió de ser malo como marido y padre de familia.