domingo, 6 de noviembre de 2016

Compensación



A Leonor no le agrada que deje los zapatos por medio. Hecho que tiene tristes implicaciones pedagógicas. Ayer, con la lluvia, los zapatos calados y la emoción de la chimenea, volví a las andadas (descalzas). 




Cuando me acostaba tarde y hacía la ronda de cerrar todos los pestillos (ahora un recuerdo inesperado a mi padre, que hacía lo mismo, echando las trancas de la casa y era un ruido delicioso, a hierro y seguridad, en mitad de la noche), yo hacía la ronda, digo, y de pronto se me ocurrió un relato compensatorio.

Entran a robar a casa unos sanguinarios albanos-kosovares. Nuestras vidas están en grave peligro. Entonces, en la oscuridad, tropiezan con mis botines, y el que lleva la metralleta se cae, se le dispara el arma y, por un desgraciado accidente, siega la vida de sus compañeros el de los cuchillos y el de la pistola con silenciador. Los otros, espantados, huyen, tropezando con mis zapatillas y mis tenis. Leonor se despierta, comprende lo que ha pasado y alaba mi prudencia y sabiduría, dejando trampas de seguridad por toda la casa. Me besa. Fin.

Y con estos sueños tan consoladores, dulcemente, me dormí.


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