Lo dice Trapiello en Sólo hechos:
Pocas experiencias más sutiles y mágicas que micciones en pleno campo, en comunicación con la naturaleza, sobre las hojas secas, en las tapias de un templo abandonado, detrás de unas zarzas, oculto por el tronco de una encina vetusta, y no digamos bajo la luna llena, respirando el aire puro y frío de la noche, con el sonido de la micción sobre la tierra.
El texto sigue hablando de los haiyines y la belleza y es una maravilla. Lo he disfrutado mucho, sin que me distrajese la cobertura literario-moral al puro placer que cuenta, porque yo no la necesitaba. Es algo que sabía desde niño y en lo que me había hecho fuerte, además, una experiencia previa.
Hace unos años nos contó una amiga que se despertó por la noche y su marido no estaba y bajó a buscarlo y lo encontró orinando en el jardín, arrimado a un ciprés, bajo la luna llena. Aquello la pasmó. Pero el marido, que es un tipo rápido, le explicó que lo hacía por ecología, para no gastar tontamente el agua de la cisterna. Y ella nos lo contaba, a medias para comprobar si dábamos por buena la coartada, a medias para presumir, arrobada, de la inesperada conciencia ecológica de su cónyuge. Yo, que me sabía lo que cuenta Trapiello, sonreí por lo bajo y por lo alto me hice lenguas de la cantidad de litros de agua potable que se habrán ahorrado al mundo.
Me ha encantado.
ResponderEliminarMi hijo pequeño, de 7 años, cuando está en verano en el jardín, donde juega en una piscinita desmontable, se aguanta hasta que no está su madre, porque yo le dejo que haga pipí en un árbol mientras que mi santa esposa dice que p'adentro.