miércoles, 3 de mayo de 2017
Justicia bucólica
El equilibrio perfecto entre nuestro afán destructor y el constructor se halla en la poda. “Succisa virescit”: uno saja a lo bestia sabiendo que todo reverdecerá a lo bello. La violencia salvaje, con todo, no hay quien se la quite. Por eso, cuando salió una avispa del tamaño de un vencejo del laberinto de la glicinia y se vino para mi mano, asumí que era la campeona del jardín y que vengaba mis tajos inmisericordes. La picadura tuvo una violencia de serie de HBO. Me dejó una herida roja con dos hendiduras como de serpiente cascabel sobre una hinchazón pálida. Lo tomé como una justicia bucólica y me fui a presumir de picadura a mi hijo Quique. Miró la herida. Me miró a mí. Y sólo hizo una pregunta: "¿Mataste a la avispa?" "No, escapó viva". Y vi en los ojos de mi hijo la profunda decepción de que yo no hubiese hecho justicia.
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