lunes, 1 de mayo de 2017

La finura de Chesterton



Chesterton bromeó mucho con su gordura, pero jamás presumía de su altura y medía 1'93. Conozco personas con diez centímetros menos que van por la vida la mar de estirados. Él podía, como mínimo, haber hablado no tanto de su gordura como de su tamaño, y hubiese sido, además, más exacto. Pero prefirió mirarse -y hacernos verle- por el lado más grotesco. Sabía que era lo más sano para el alma. Y lo más fino: lo que menos hiere la susceptibilidad de los pequeñitos, lo que más les divierte. 

También pesaba 13o kilos, o sea, que no se inventaba nada. Y otro rasgo de finura, esta vez intelectual es que alguien con tal sobrepeso hiciera una literatura tan ligera y ágil. Mi experiencia es que la gordura acaba embotándote el ingenio. Tiene el detalle con nosotros de que no le notemos los kilos de más ni el resuello en su prosa. 




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