La fuerza de la sangre
Carmen sigue usando "dignifica" por "significa", y eso, para un padre que siempre ha tratado de escribir palabras claras y combativas, resulta una alegría y una exigencia.
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Le pregunto a Quique que a qué ha jugado en el recreo y con quién. "Con nadie, me he sentado solo, tranquilito". Y cómo podría parecerme mal a mí, precisamente.
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Les pregunto si no se dan cuenta de lo duro que es educarles, con tan escaso rendimiento. Me lo conceden: "Es duro. Es demasiada crítica".
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