miércoles, 30 de agosto de 2017

Gravedad


Han operado a mi padre de la espalda y todos nos decíamos: "No es nada, no es grave", muy convencidos. La segunda noche, tras la operación, dormía yo con él en el hospital. Estaba estupendamente e incluso colgamos fotos en el chat familiar bromeando con su postura en la cama, como si estuviese en la playa. Echó una noche muy buena. Al día siguiente, el médico le dio unos consejos de rigor (no agacharse, no coger peso, no conducir, no, no, no) y nos dio el alta y nos fuimos tan contentos. Pero al día siguiente estaba en misa dos o tres bancos por delante de mí. Cuando llegó la hora de la consagración, no se arrodilló, porque no puede, y me imaginé lo que le dolería (no arrodillarse) y caí en la cuenta, de un modo físico, de la gravedad de la operación.

Di gracias.




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