Ayer en Jerez, Aparicio y Merino nos estaban contando cuentos y transcurría la tarde maravillosamente. Cuando parecía imposible, subimos otro escalón. José María Merino recitó de memoria el romance de Delgadina, en una versión mejor aún.
El romance es maravilloso. Eso se sabe.
Pero había otra emoción: la memoria. Ese suspense de que en cualquier momento el recitador puede quedarse (oh, no, no, por favor) en blanco. Y sobre ese riesgo, otro descubrimiento: la rima. Como las alas permiten volar gracias a su peso. Se veía que sostenían en el aire a la memoria que sostenía al romance, pero a la vez sentíamos su riesgo: cualquier fallo de la memoria quedaría sonoramente denunciado.
La sed de Delgadina era la nuestra por el romance que nos saciaba y nos daba más sed.
¡Muy bueno!
ResponderEliminarHacía un rato que no entraba por estos lares y me he dado una panzada de entradas. Todas platos principales más que entradas, jeje.
Pobre Delgadina, no la conocía. Gracias.
¡Saludos!