martes, 23 de enero de 2018
Francesca Girardiana
Estoy siguiendo un curso en Yale, como quien no quiere la cosa.
Sobre la Divina Comedia.
Estuve a punto de salirme de clase cuando Giuseppe Mazzotta dice que en el encuentro de Dante con los grandes poetas de la Antigüedad, en el Limbo del canto IV, está la hybris de considerarse un gran poeta, como la serpiente en el paraíso. Me parece ingeniosa la interpretación, pero yo no la veo. No hay sentimiento de culpa en Dante ni de peligro. Estamos ante un homenaje al canon y a la capacidad de acoger que tiene la tradición, en la que uno, enseguida, es uno más de la noble compañía, por muy menor que sea. En el limbo de Dante hay nobleza por todas partes, aunque no haya esperanza. No veo serpientes.
Por fortuna, mi enfado no me echó de clase. Porque Mazzotto, en el siguiente canto, hace una lectura magistral del episodio de Francesca y Paolo. Es una advertencia, dice, contra la lectura mimética, que fue la que hicieron ellos y que acabó en la infidelidad. Cita con mucha razón Girard y es un caso (ceñido a un canto) que nos hace la misma advertencia que el Quijote.
La literatura es el jardín de los senderos que se bifurcan, pero hay dos caminos en un cruce principal: el que va a la catarsis, el que va a la mímesis. No conviene nada confundirse.
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