lunes, 21 de mayo de 2018

En el coro


La conversación era seria y triste. Leonor, de pronto, se puso, con un semblante muy severo, acorde a las circunstancias, pero más trágico, a hacerme unas extrañas señas como por detrás del corro griego que formábamos. Quedé desconcertado. Repasé mentalmente lo que había dicho, por si incurrí en error, herejía o inconveniencia. No. Al fin entendí que tenía un moquillo en la nariz. Ah. 

El tema era tan serio que podíamos haber pasado de mi moquillo, pensé en un primer momento. Sin embargo, entendí que esa vuelta a la importancia de la más prosaica cotidianidad tenía, con todo su alipori aparejado, un matiz de esperanza, de consuelo y, por qué no decirlo, de humor negro. Sonreí (por lo bajo, para que nadie lo notase), aliviado. Leonor sostenía su cara de póker.




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