jueves, 5 de julio de 2018
Salitre
Soplaba un poniente largo y hacía un frío delicioso para leer en el playa. A los niños no les importaba y se bañaban, felices y revolcados por las olas. Yo lamenté no haberme llevado las gafas de sol, pero enseguida el salitre empezó a oscurecerme, solícito, las gafas. Leonor tuvo que levantarse para recoger a los niños, a los que la reseca se llevaba bastante a la izquierda. Seguí leyendo, urgido por el progresivo oscurecimiento de mis gafas. Cuando levanté la vista, Leonor venía con los niños por la orilla y tenía un tipo estupendo, de anuncio. Me deslumbró a contraluz. Y me entretuve pensando en los detallados piropos que le diría cuando se sentase de nuevo a mi lado. Pero al llegar a mi altura, era otra la chica. Ah. Y, de cerca, menos guapa que Leonor. Pero ese piropo ya no se lo diría, para no complicar las cosas. Seguí leyendo.
Me he reído muchísimo. Una escena complicada pero aún así podías haberla piropeado:¡Guapa!.Si crees que no le hubiese resultado extraño, claro.
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