sábado, 20 de octubre de 2018
Democracia de sobrepeso
Hace unos días me encontré por la calle al nieto de unos íntimos amigos de mi abuela. Tiene exactamente mi edad. No iba a mi cole, pero de niños coincidíamos bastante. Él tenía un ligero retraso mental, pero ahora no se lo noté. Me fijé más, sorprendido, y, en efecto, no se le notaba nada. Como yo iba con Enriquito, lo saludó muy cariñoso y ni con los niños, que todo el mundo suele meter la pata, le vi nada raro. Me alegré lo indecible. Pensé en Jünger, que decía que el nivel había bajado tanto, que un amigo suyo sobresalía ahora cuando antes no. Jünger lo dice de lo ideológico, pero yo lo aplicaba a lo intelectual, y era exacto. Alargué el encuentro cuanto pude de lo contento que estaba, yo que siempre voy con prisas.
Había engordado bastante, como yo, y a él, al menos, le sentaba muy bien. Le iba que ni pintado con el nuevo poso que ha adquirido. También eso me puso muy contento.
Impresionado, he cogido carrerilla con esta visión positiva de cierto sobrepeso. Me he fijado y hay bastantes de mi edad a los que la gordura les da cierta solidez. Se está convirtiendo en un signo generacional. Me he acordado entonces de lo de la democracia de ultratumba que dicen los críticos hablando de la Edad Media y de la muerte que nos iguala a todos. Y he pensado que cierto sobrepeso tiene también un cariz muy democrático a ciertas edades.
Ya lo dicen los italianos: "omo de panza omo de sostanza"
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