SÍ
Como yo sí soy yo
—andaluz y garcía y todas estas cosas—
y no, aunque lo he intentado, Miguel d'Ors
ni don Joaquín Antonio Peñalosa,
traigo aquí ese poema extraordinario
escrito por los dos
donde nos cuentan como quieren ser sepultados;
pero con una leve variación.
Al carpintero que haga mi ataúd
le pediré un diseño de distinta factura:
que se curve a la altura de la cruz,
doblando mi cintura.
Aprovechando mi recién estrenada inocencia
y que la muerte aumenta la constancia,
quiero enterrarme haciendo reverencias,
pues no basta una vida para dar bien las gracias.
Evidentemente es una variación, como advierto, del poema "De rodillas" de Peñalosa y, sobre todo, del poema "Si" de Miguel d'Ors. En general, las variaciones, que son un homenaje, tienen también algo de impertinente sin remedio, pero no es esa la duda que me inquieta, ni tampoco que, como no están allí los originales, falte el referente. Primero pongo los poemas, para disfrutarlos; y luego vamos con la duda real:
DE RODILLAS
Cuando la muerte me sea bien venida,
id por el carpintero de brazos cruzados,
de tiempo disponible y mano diestra,
y pedidle un cajón al gusto del usuario
donde yo quede precisamente de rodillas,
que no basta una vida para pedir perdón.
.............[Joaquín Antonio Peñalosa, en Sin decir adiós]
SI
Si yo no fuese yo
—gallego y d'ors y todas estas cosas—
y fuese (vaya suerte) don Joaquín
Antonio Peñalosa,
aquí figuraría aquel poema mío
—de Peñalosa, nadie se confunda—
donde, con voz que sabe hacerse niña
y es bella y es profunda,
le encargo a un carpintero, para el día
en que, muerto, comience a estar más Vivo,
un ataúd digamos
de diseño exclusivo:
con una hechura tal -pido con esa
humildad que es la forma más alta de razón-
que puedan enterrarme de rodillas,
pues no basta una vida para pedir perdón.
........................................................2-II-98......
............ [Miguel d'Ors, Hacia otra luz más pura, 2003]
Lo que me preocupa es moral. ¿No parece, por contraste, que yo me creo que no necesito pedir perdón, ea? Y encima comparado con Peñalosa y d'Ors, santos varones. Yo sé que siempre he sentido (aunque muy teológico no resulta) que pedir perdón (el hecho de ponerse a pedirlo, digo) tiene un punto de vanidad, cargando el acento en lo que uno hizo, y otro punto quizá de orgullo, dando por sentado que uno es capaz de ofender a la persona a la que se le pide perdón, quizá ofendiéndola por segunda vez o por primera. Si uno insiste, parece que se duda de su generosidad. En cambio, las gracias se centran en la otra persona y en su mérito, además. Sin contar que muchas veces, yo doy las gracias precisamente porque me han perdonado. Yo lo veo; pero mi inquietud es si no se ve nada de esto en el poema. En cuyo caso, pediría perdón, claro está. Y, si lo veis, pues os doy las gracias, desde luego, mil gracias.
Dos hombres subieron al templo a orar...
ResponderEliminarSon tres joyas que, leídas juntas, ganan. Creo que lo mejor es leerlas por orden cronológico. Así queda todo más comprensible, con el respeto y la admiración a los poemas previos (y a los poetas como personas) y con el complemento final. El pedir perdón no hace falta en este poema porque ya está dicho en los anteriores.
ResponderEliminarComo ya tenemos la penitencial y la eucarística, y en la otra vida no habrá oración impetrativa, solo quedaría un tercer poema (a ser posible de otro poeta igual de bueno y de otra generación) con una ataúd de alguna forma que permitiese seguir adorando. Tampoco esta vida basta para ello.
Ahora que lo pienso, en la otra vida también se puede pedir.
ResponderEliminarNo, no, yo lo veo estupendo Enrique. El dar las gracias está por encima de pedir perdón, y además es más luminoso y simpático. El pedir perdón es temporal y el dar las gracias sí que es eterno.
ResponderEliminarEl sacramento de la confesión debería llamarse de la Absolución, que es lo verdaderamente Sacro.
j.