miércoles, 23 de enero de 2019
Termómetro
Cada mañana a las 6:15 Leonor baja de un salto de la cama a por su café. Yo me quedo muriéndome poco a poco. No me levanta el despertador, ni Leonor ni, mucho menos, la fuerza de voluntad, sino la perra, que una vez que Leonor abre la cocina sube flechada hacia la cama y trata de lamerme, como si estuviésemos en un episodio de Heidi.
Lo bonito pasa a continuación. La perra me dice exactamente la temperatura que hace. Si se queda alrededor de mi cara, buen tiempo. A medida que va bajando bajo las mantas, más frío. Hoy casi se cae por detrás de la cama. Se ha puesto a mis pies.
Por un lado, eso me quitaba muchas ganas de levantarme. Por otro, vi claramente que estábamos haciendo la imagen de un mausoleo, yo difunto con mi perrita a los pies. He dado un salto.
El día, además, además de frío, va a ser largo y más vale atarlo en corto.
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