martes, 5 de marzo de 2019
De vuelta
Que haya vuelto Adaldrida a su blog, tras años, es estupendo. No porque los blogs sigan de moda, que es todo lo contrario, sino porque siguen, que es mucho más importante. Y por la razón exacta de Rocío: «Éste es mi lugar».
La paz que se encuentra en los blogs falta en las redes sociales. Entrar en ellos es volver a casa. Y no sólo a la de uno en el de uno, sino a la de uno en los blogs de los vecinos. Esta reseña de Pablo Velasco, a Dickens, ha alegrado mi mañana.
Y esto de Dickens que él barberiza me ha regalado la primera carcajada del día: "... el amigo inseparable del señor Stryver, y con lo que bebían juntos desde el día de San Hilario hasta el día de San Miguel se habría podido poner a flote un navío de tres puentes".
ResponderEliminarQuizás los disfraces y las máscaras intenten igualar a todos y borrar diferencias o alterar las que existen en la realidad. El méndigo puede sentirse Rey y el indigente se transforma en un instante en rico, luciendo a la antigua usanza, como un personaje de Galdós, gabán, chistera y puro; el ateo es cura por unas horas, el enfermo puede sentirse un supermán, el hombre saca a relucir sus mañas de mujer, el niño puede sentirse hombre y el ladrón, en un ataque de alucinación, se cree Guardia Civil; y lo más trágico y trunco de la vida, que es la muerte, se convierte, por arte de birlibirloque, en el llamado entierro de la sardina, con lágrimas de cocodrilo, entre lamentos y llantos de plañideras, añadidos a los vapores del alcohol festivo y alegre, que es mucho mejor que el de las broncas. Hay gente muy partidaria y amante de los Carnavales y personas detractoras; estas últimas siguen la divisa convencida de Mariano José de Larra, la que sostiene que todo el año es Carnaval. No obstante, por encima de filias y fobias, lo deseable es que sea una fiesta sana y civilizada, no un macrobotellón que llene las calles de basura, cristales rotos, residuos desagradables, indecentes borracheras, groserías y malos modos.
José Fuentes Miranda, Badajoz.
ResponderEliminarQuizás los disfraces y las máscaras intenten igualar a todos y borrar diferencias o alterar las que existen en la realidad. El méndigo puede sentirse Rey y el indigente se transforma en un instante en rico, luciendo a la antigua usanza, como un personaje de Galdós, gabán, chistera y puro; el ateo es cura por unas horas, el enfermo puede sentirse un supermán, el hombre saca a relucir sus mañas de mujer, el niño puede sentirse hombre y el ladrón, en un ataque de alucinación, se cree Guardia Civil; y lo más trágico y trunco de la vida, que es la muerte, se convierte, por arte de birlibirloque, en el llamado entierro de la sardina, con lágrimas de cocodrilo, entre lamentos y llantos de plañideras, añadidos a los vapores del alcohol festivo y alegre, que es mucho mejor que el de las broncas. Hay gente muy partidaria y amante de los Carnavales y personas detractoras; estas últimas siguen la divisa convencida de Mariano José de Larra, la que sostiene que todo el año es Carnaval. No obstante, por encima de filias y fobias, lo deseable es que sea una fiesta sana y civilizada, no un macrobotellón que llene las calles de basura, cristales rotos, residuos desagradables, indecentes borracheras, groserías y malos modos.
José Fuentes Miranda, Badajoz.
Enrique: tengo ganas de leer tus diarios. ¿Cuántos has publicado y dónde puedo comprarlos? Un abraxo
ResponderEliminarqye buena noticia leer sobre la vuelta de un blogger, no es algo que pase seguido... saludos...
ResponderEliminar¡Oh!
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