jueves, 4 de abril de 2019

Al sol


Leo al sol, con el sol de espalda,  con gafas de sol para que no me deslumbre el reflejo en la página, con un viento fresco de cara. No me duele nada. No me agobia nada. No miro el reloj. No miro el móvil. Me encanta lo que leo. Me apasiona. Leo con todo el cuerpo, incluso con los pelos (de la cabeza) de punta, por el viento estremecidos, por la emoción también. Cuando cierro el libro me pregunto, escéptico repentino, si no me habrá gustado tanto por la placentera coyuntura. Recuerdo, justo a tiempo, mientras me resisto a abandonar el sol, que siempre he defendido que a los poetas hay que juzgarlos por su mejor poema. Quizá debamos hacer lo mismo con las lecturas: considerar que la inmejorable es la buena. La calidad de un libro es la que refleja en la mejor de las circunstancias, a pleno sol.


1 comentario:

  1. Nunca lo había pensado; nunca había pensado que un ambiente podría modificar mi gusto por el libro aunque, si lo pienso, sí, claro, quizás en negativo: estar cansado y mal sentado puede hacer que me canse de un libro. Pero no, no juzgaría su valor por eso, sería yo el culpable.
    Igual está interesante la analogía.

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