martes, 23 de julio de 2019

Vaccacciones en Bracciano (2)


Lo del retrovisor de mi coche fue una falsa alarma. Ayer las cosas volvieron a complicarse, una tras otra. Por poner un pequeño ejemplo, la imposibilidad de escribir mis entradas abajo, editando la primera, no sé por qué. Aquí iré haciendo mi crónica,  para atrás, como los cangrejos y así esta incomodidad será compartida.

Lo que me tocaba contar lo he tenido que mandar, en forma de artículo, al periódico, pero básicamente era esto. Nos quedamos sin ir a Roma con los niños en el día de nuestro aniversario de bodas porque tuvimos que volver a realquilar los coches y, además, por una equivocación mía, pagando el doble. En ese estado de ánimo, me volví a mis hijos y les dije: “Nos hemos quedado sin excursión”; a lo que Carmen, desde sus nueve años, me replicó: “No hemos hecho la excursión, pero ¡hemos tenido una aventura!”

No sólo la plaza Navona puede compensar un viaje y sus circunstancias. Puede bastar una frase. A mis chestertonianos lectores no se les escapará que la de mi hija recuerda a la del maestro: “Un problema es una aventura mal comprendida, y una aventura es un problema bien enfocado”. Eso multiplicó mi emoción por tres. Sabiendo que nunca se la había susurrado a mi hija, la posibilidad de una transmisión genética del chestertonismo agudo me estremeció de orgullo consanguíneo. La segunda alegría multiplicada es que la niña tiene la mirada del maestro. Coincidir con los grandes por cuenta propia es muchísimo mejor que ser original. Una certificación de talento (con perdón) y una prueba del nueve del acierto. En tercer lugar, para colmo de exultación (que espero que me disculpen porque era mi único consuelo en el desastre), estaba su buen corazón: el aforismo era para consolar a su apaleado padre.



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