viernes, 12 de julio de 2019

Verano


Crema solar.
Un gordito me mira
comparativo.

1 comentario:


  1. Como no es este lugar para extenderse, abusando de la paciencia del Sr. Maiquez, acorta uno confesando esto, que sin duda es cosa errada: ve uno el haiku escrito por un europeo una forma desnutrida, pálida, cadavérica, huesuda, anémica, tan falta de vida y de impulso como cargada de impostura y de engaño. Y no lo digo por ese poemita libérrimo sobre la gordura, que me parece afortunado por la gracia y por el ritmo, sino porque su ajustada escasez y su feliz ligereza son raras de encontrar en la versificación que busca, a sabiendas o no, tener algo de la nada que tiene un haiku.

    En lugar de aspiraciones a la Nada, así sea en versos delicados, uno prefiere un floreo de Aquilino Duque, un deslizarse sobre espinas de René Char, un requiebro del Marqués de Santillana, la sombra de ciprés de Trakl, e incluso un insulto navajero y rimado de Quevedo, gran maravilla de las letras agudas, antes que esos anémicos filamentos orientales.

    Se entiende bien que en Occidente, donde se cultiva la Nada mejor que en los jardines del Buda (también gordito, pero sin gracia), se aspire al haiku, y se acepta de buen grado que algunos de esos no-versos achinados son de aire sutil y de larga belleza. Pero uno les tiene aprensión porque, mezclando la Nada oriental con la que nacen con la todavía mayor nadería de Occidente producen un vacío espeluznante del que, mientras pueda, pienso huir como de la peste.

    Como dije: no es este sitio de explayarse ni de abusar del huésped. Y el vino de Cigales en verano deja una cierta modorra muy impropia para la literatura japonesa o mandarina. Mejor me daré una siesta. Pero, ay, permítanlo, siguiendo la norma severa de Don Camilo José Cela, que haikus no sé si leía, pero que de dormitar a la castellana sabía un rato.

    Con afecto,
    José Antonio Martínez Climent

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