La repetición como recurso poético cuya virtualidad se ve mucho mejor en la prosa diaria.
Una repetición que encanta a los niños es que, cuando nos sentamos a almorzar, digo cada día: «¡Qué suerte: mi comida preferida!», sea lo que sea. No miento demasiado, porque, aunque no sea muy lógico, es lo que siento. A los niños (¡y a Leonor!) les hace tanta gracia que ay de mí como un día se me olvide.
Otra figura retórica de repetición en la que insisto: cada vez que entro en casa, me paro, contemplo la perspectiva del jardín, y digo: «Yo, con el confinamiento, me he enamorado de esta casa». Y Enrique se ha sumado al teatrillo y dice: «Vaya, no lo sabíamos»; y a todos nos hace gracia.
No todo es buen rollo. También mi hipocondría es muy repetitiva y han celebrado hasta con palmas cada vez que he dicho que me temía que ya había cogido el coronavirus y me ponía el termómetro. Me cruzaba en un pasillo con Carmen y me preguntaba: «¿Te has puesto el termómetro?» También insisto en mi vejez o en la posibilidad de una muerte repentina para la que quiero que estén preparados. Se mondan.
No sólo es la diversión: la comida es mejor, la casa más bonita, la rutina más lírica, los temores menos terribles.
La repetición retoca la realidad. Y previene con gran eficacia que nos quedemos sin conversación.
"Like", jaja
ResponderEliminarEl tema de la hipocondría se las trae. Hay docenas de chistes al respecto, sin ir más lejos. Uno que no está mal, el de la mujer que le dice a su marido: "Que ha dicho el médico que lo que a ti te pasa es que eres un hipocondríaco". Y él: "¿Ves? Y tú diciendo que no tenía nada".
ResponderEliminarPues eso.
Un gran hipocondriaco es el escritor Manuel hidalgo.. He leido varios articulos sobre el tema. Saludos don Enrique.. Juan viejo
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