Quique está montando un
caballo que respinga y le tira dos o tres veces al día. Eso, por las mañanas. Por
las tardes, va a clases de windsurf y no para de caerse (siendo optimistas, porque lo que no consigue es levantarse). Hoy me ha dicho que la
hípica es excelente para cuando se tiene hambre y la vela para cuando se tiene
sed. Ante mi desconcierto, me ha explicado: «Con el caballo me harto de comer
tierra; con la tabla, de beber agua de mar». Y me ha guiñado.
Esa es la actitud. De mí no la
ha aprendido, pero yo le estoy tomando apuntes.
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