De los tres grandes proyectos literarios que tengo en mente, uno va bastante bien, otro va muy regular y otro no va en absoluto, porque lo tengo abandonado. Lo interesante es que me hace sufrir mucho el que va regular y un poquito también el que va bien (¿va bien de verdad?). Sin embargo, el abandonado me deja en un estado de indiferencia que se confunde con la felicidad.
Es la jugada maestra de la pereza absoluta. Nada como la nada para no preocuparse de nada.
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