Casi todas las tardes pregunto a mis hijos que ha sido lo mejor y lo peor del día. Recomiendo vivamente la costumbre. Además de adiestrarlos en la mecánica del examen de conciencia, es una manera de estar enterado de todo, porque sabiendo lo mejor y lo peor, rellenar con la imaginación lo de enmedio es sumamente sencillo.
Carmen cuenta unas historias tremendas de los dramas de sus amigas cuando le toca lo peor. Y también se adorna bastante en lo mejor. Enrique tiene a ceñirse al comedor. Lo peor: lo que no le ha gustado de la comida. Lo mejor: el postre o si pusieron un filete extraordinario.
ResponderEliminarUna idea estupenda, da pie a que piensen, recuerden y hablen en vez de coger el móvil en cuanto llegan a casa. Gracias. Saludos.