Cuando el presente me agobia, leo la Divina Commedia, y ese es el motivo por el que me paso la vida leyéndola. Últimamente, la he leído con mayor avidez. Tanto que, en poco tiempo, he salido del Inferno y ahora me dispongo a cruzar el Purgatorio.
La pregunta es si ahí encontraré los mismos consuelos a mi desazón por este estado de cosas. Quiero decir que, por ejemplo, en el Canto XXVIII estaban condenados los que siembran la discordia y separan a las familias o a las ciudades o, con una interpretación anacrónica, a las naciones. A ésos se les rasga, divide y trocea en justa correspondencia o contrapasso. Y en el Canto XXXIV estaban condenados los traidores a sus países (Bruto y Casio), que son continuamente masticados por las fauces de Satán.
Como se ve, todo de las más rabiosa actualidad. Veremos si el Purgatorio se puede leer también desde nuestros periódicos y telediarios de ahora, pero adelanto mi sospecha de que tal vez sea demasiado cándido para lo que tenemos aquí, encima.
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