Al fin de la batalla,
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: "¡No mueras, te amo tanto!"
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Se le acercaron dos y repitiéronle:
"¡No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!"
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,
clamando "¡Tanto amor y no poder nada contra la muerte!"
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Le rodearon millones de individuos,
con un ruego común: "¡Quédate hermano!"
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Entonces, todos los hombres de la tierra
le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado;
incorporóse lentamente,
abrazó al primer hombre; echóse a andar...
[César Vallejo. España, aparta de mí este cáliz]
Tiene miedo, sí. Muy bueno lo de elegir a Vallejo para ilustrar la masa...
ResponderEliminarEs de esperar que esta masa lo sea de vivos y no de cadáveres, como en Vallejo
ResponderEliminarNo veo yo que la masa en este poema sea de cadáveres. El único muerto es al que resucita el amor unánime, ¿no? Otra cosa es que la masa real, en España, esté o no esté viva. En eso estamos, comprobándolo.
ResponderEliminarLa masa está un poco "lignificada", que diría Peguy.
ResponderEliminarIlústrame, Beades: ¿lignificada?
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