Murió Haiku, el perro de los Feu, un beagle pequeño y fuerte, de tres colores, que además era mi paisano, porque había nacido, hace sólo tres años, en el Puerto. Se llevaba muy bien con Carbón, o sea, que gastaba una paciencia de santo. Haiku sabía saludarte a la entrada y luego, discretamente, se quedaba fuera, en el jardín. Qué diferencia con mis perros, que obsequiosos hacen la visita de un modo excesivo o, si se les saca, exigen entrar arañando la puerta. He tratado de escribirle un epitafio:
Fiel a su nombre,
fue silencioso y breve,
inolvidable.
Gracias por quebrantar tu propósito de no publicar poemas inéditos (ni siquiera haikus) en tu blogg.
ResponderEliminarTu nota, Mora, tan perspicaz, Fandos, ha hecho que se me ocurra una corrección que levanta el haiku. La pongo en el original. Gracias.
ResponderEliminarBonito haiku. ¿Cómo se denomina la composición poética que canta la muerte de un animal? Tiene un nombre técnico y ahora no me acuerdo.
ResponderEliminarSi fuera a una persona sería un epicedio, pero en el caso de "Haiku"... Bueno, ya me acordaré. Lo importante es que Haiku ya tiene su haiku.
A ver si descubrimos ese nombre, Enrique. Como reincido en los epitafios perrunos, sería interesante tener el nombre exacto de la cosa.
ResponderEliminarQuerido Enrique:
ResponderEliminarme ha encantado, la nota y el haiku.En nombre de mi familia, muchas gracias.
Begoña Feu
Can japonés,
ResponderEliminar¡inoportuno eres,
muriendo ahora!
Nadie, el momento
ResponderEliminarde morir no se elige:
ya lo verás.
(Por otra parte, el haiku
está muy bien medido.)