La misma lápida ostenta
–según entiende la gente–
cuando se nace, una estrella,
y una cruz cuando se muere.
Mas cuántos que aquí reposan
no nos dirían así:
“¡Pongan la cruz al principio,
la luz de la estrella al fin!”
[Mario Quintana. Trad. de un servidor prometida a Juan Ignacio y dedicada a Inma Rodríguez-Moranta]
Muy agradecida, Enrique, por la dedicatoria del poema y por la traducción que nos regalas.
ResponderEliminarEs emocionante,y me gusta que la advertencia del fin inevitable no se quede en puro fatalismo, sino en una luminosa lección de vida.
¿Poema fúnebre? Qué va...!
¡Poema para un nacimiento!
¡Qué bien, qué bien!
ResponderEliminarParece que este poema de Mario Quintana sólo lo vamos a comentar los nombrados en la entrada. Primero, la dedicada; luego, el prometido; ahora, el traductor... Ya sólo queda Mario Quintana, que es uno de los que allí reposan, disfrutando seguramente de la estrella al fin.
ResponderEliminarEs buenísimo!
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