Ni actor ni modelo ni figurín de revista de colorín. Yo sólo quiero ser escritor. Y, sin embargo, cada vez que me solicitan un artículo o unos poemas lo primero que reclaman es una foto.
No hay rosa sin espinas y José María de la Flor, que está a la última, no podía dejar de seguir la dichosa moda fotográfica. Después de darme la alegría de contar conmigo para esta serie de artículos veraniegos, me da el soponcio de pedirme una. Una foto en la que salga, además, sonriente.
Yo me río poco. La cosas no están para jolgorios, como explico en mi columna de los miércoles. Si en la foto de allí apareciese tan contento, el sensato lector se preguntaría, pero este tío ¿de qué se ríe? A veces, por no llorar, sonrío. Pero si entonces saliera a mandíbula batiente, resultaría tan patoso como el que empieza a contar el chiste y, antes del final, empieza a desternillarse...
Ahora, a pesar de todo, me envío en una fotografía ligeramente sonreído, porque ¿quién se niega a lo que amablemente le piden? Mi mérito es doble: de amistad y porque tengo los dientes separados, de modo que se me puede aplicar el delicado aforismo de Mario Quintana: “Las sonrisas desdentadas son las más sinceras”. Así es. Quien tiene una sonrisa de anuncio la muestra todo cuanto puede. A nosotros, o las cosas nos hacen verdadera gracia o en boca cerrada no entran moscas.
Para hacerme perdonar, me mando elegante y en el marco incomparable del Recreo de las Cadenas, tomándome —lo que explica la felicidad— una copa de jerez.
Cumplido el trance, déjenme protestar contra esta cultura de la imagen que exige al escritor una sonrisa, al político que exhale carisma, al cantante que encandile a la cámara y a la periodista que sea bellísima, en vez de que cada cual haga bien lo suyo: escribir, gobernar, cantar o informar… Uno lo piensa y se le hiela la sonrisa.
[Publicado hoy en la página de verano del Diario de Jerez. Vendrán otros]
Paco Umbral suele contar que cierto escritor (me parece que Cela), le dijo: Paco, los escritores que salen sonriendo en la foto del libro, venden menos.
ResponderEliminar"Ay, ay, ay, ay, canta y no llores". El tiempo desperdiciado en el llanto -y las energías- es muy necesario para el canto. Al menos, que el llanto se convierta en himno, en transfigurada letanía creadora.
Pero está España para echarse a llorar, y llenar un trasvase del Ebro. Así que habrá que vivirlo todo: Caná y Tabor y Betania y Gólgota y -D.M- Resurrección.
Hay que ver lo estupendo que me pongo tan temprano.
Enrique, estás fatal de memoria histórica... Claro, con tanto vino de jerez. Mira que no dedicar tu entrada de hoy al aniversario de la guerra civil. Te vamos a poner un cero zapatero en educación para la ciudadanía, eh.
ResponderEliminar¿Qué hubiera sido del feísimo Sócrates en estos tiempos?
ResponderEliminarMi absoluta solidaridad con el disgusto de que te obliguen a hacerte fotos.
ResponderEliminarY olé por el artículo.
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ResponderEliminarGracias a que ya conocimos tu imagen "completa", esta foto en solitario ya no puede parecernos sesgada, incluye a la otra parte, que está también ahí, pues te "habita"
ResponderEliminar(y así también te ahorras la "bronca" de Leonor, ¿verdad?)
Comprendo y comparto tus cautelas respecto al retrato propio, tanto que incomprensiblemente me he lanzado a mostrar el mío en mi blog —allí lo explico— un poco por solidaridad. Pero convengamos en que las almas tienen sus cuerpos y éstos completan el retrato interior. ¿Qué sería de la voz sin la boca y de las letras sin los dedos? Conserva la sonrisa sincera; qué gracia me ha hecho el aforismo de Quintana.
ResponderEliminarAunque el panorama actual no esté para echarse a reir ni mucho menos, yo creo que debemos ser personas alegres e intento serlo cada día; para ello me ayuda mucho una frase de Santo Tomás Moro que dice así: "Dichosos los que saben reírse de sí mismos, porque no terminaran nunca de divertirse". Espero que te ayude, yo al menos me parto de risa conmigo mismo.
ResponderEliminarSalU2!!!
Por alguna desafortunada razón no puedo ver la foto, espero mañana poder...
ResponderEliminarGracias a todos por los ánimos. No sé si la solidaridad anti-fotos de Arp esconde cierta ironía: por si acaso le prometo no colgar ninguna foto mía en mucho tiempo...
ResponderEliminarJuan Ignacio no se pierde nada por no verla ¿verdad, Arp? Coincido con CRM en la excelencia del aforismo de Quintana, que creí inmejorable hasta que ví la frase de mi patrón Tomás Moro que nos trajo Alberto.
Enrique, dicen que de tal palo tal astilla. A mi la foto me recordó a tu padre. Un saludo.
ResponderEliminarAhora sí la veo. Has salido muy bien en la foto. Eres más vale fotogénico. Me haces acordar a un periodista televisivo (sólo en su aspecto, eh; y en esta foto, eh, en otras que vi, no).
ResponderEliminarReconozco que me dan mucha vergüenza las fotos, pero me gusta ponerle cara a las personas a las que leo. Y prefiero a los sonrientes, precisamente porque no andamos para jolgorios en algunos aspectos. Ese poner al mal tiempo buena cara es necesario, primero porque una cara sonriente anima a los demás, y segundo porque es una manera de manifestar que hay razones para el optimismo...y creo que las hay. (la primera imagen por la que "conocí" a Enrique es la foto de su libro autografiado para la U.N. Ardua Mediocritas desde luego, yo agradezco la actualización.
ResponderEliminarCoincido con Anacó: también me gusta ponerle cara a quienes leo (que es una forma más de convivir) y prefiero que sean sonrientes. Pero no acabo de compartir el desasosiego nacional, la pesadumbre que, al parecer, debiera invertirnos la sonrisa más que tantos y tantos problemas que son objetivamente superiores. Pero que conste que igual que elogio la sonrisa respeto el llanto.
ResponderEliminarLa idea de AnaCó es, CRM, más general. Toda sonrisa es poner a mal tiempo buena cara, porque todos son (más o menos) malos y porque siempre hay razones para el optimismo. Dicho lo cual, te reconozco que a mí personalmente me afecta el desasosiego nacional, a sabiendas de que como dices hay cosas aún más graves...
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