miércoles, 15 de noviembre de 2006

Divagaciones del vago estío (en pleno y ocupado otoño)

TEMPORADA OTOÑO/INVIERNO

Aprovechando que mis colegas de columnismo están cantándole las cuarenta a Zapatero por sus declaraciones sobre De Juana —que dice que es un hombre de paz—, sobre los jueces —que dice que entorpecen el proceso— y sobre el robo etarra de pistolas en Francia —del que no dice nada—, hoy me puedo permitir el lujo de mirar a la calle sin mayores pretensiones.

Y la calle es extraordinaria, con sus viandantes, que cambian cada temporada. Mi afición por la ropa es relativa, casi una excusa para la contemplación, aunque un poco más: me atrae mucho esa cosa abstracta e inasible, cada vez más rara, que se llama “elegancia”. De lo que no soy muy partidario es de las filosofías alrededor del vestir. La moda es una alegre frivolidad: si nos ponemos muy graves, la rebajamos, haciéndola aburrida y pretenciosa.

Yo últimamente prefiero el otoño/invierno. En verano, hay chicas que creen que siguen la moda y es la moda la que las persigue y atropella. Quiero decir, que van a la última, pero olvidan el principio de que no todo favorece a todo el mundo. Deberían mirar menos revistas y más espejos. En verano, con la ropa entalladita y los ombligos por los aires, algunas no van bien, dicho sea con respeto. (Algunos tampoco, pero eso me afecta menos.) Con la fresca, en invierno, los chalecos, las bufandas, los abrigos abrazan mejor cualquier anatomía. La calle pierde emociones fuertes, pero también se evitan sobresaltos.

Otra ventaja es que los tatuajes hibernan. No es que no me interesen, sino que lo hacen demasiado. Fuerzo mi vista de miope por descifrar los caracteres chinos o góticos que se grabó esa buena chica en su tersa espalda y acabo siempre descubierto, por ella o por su atento novio, que es peor. Lo más extravagante de los tatuajes es que estén de moda, porque moda es lo que pasa de moda, mientras que un tatuaje es imborrable, permanente. Más apropiadas a las mudanzas de lo fashion parecerían las efímeras calcamonías. Los tatuajes tradicionalmente se reservaban para lo más sólido, como el amor de madre o el Cristo de la Legión.

Y acaba uno reflexionando sobre el hecho de que nuestros adolescentes imiten en sus hábitos (de vestir; no de actuar, espero) a grupos marginales o fuera de la ley. ¿Será casual eso de llevar los pantalones sucios, sin cinturón, caídos, y los zapatos sin cordones, como los presidiarios norteamericanos? ¿Los piercings qué quieren decir? Ya confesé que hoy no toca hablar de política, así que no recitaré ahora los proféticos versos de Antonio Machado: “Qué difícil es / cuando todo baja / no bajar también”.

Y, además, aún nos quedan las magníficas, las clásicas treintañeras.
[Publicado en el Grupo Joly]

12 comentarios:

  1. Anónimo8:45 a. m.

    "Después de todo qué es la moda?Desde el punto de vista artístico, una forma de fealdad tan intolerable que nos vemos obligados a cambiarla cada seis meses"

    ResponderEliminar
  2. A mí también me gusta más el invierno, sobre todo por los puestos de castañas. Ya sabes, llego a casa y mi padre me dice, ¡hueles a leña!

    ResponderEliminar
  3. El malditismo vende.
    Desde los gabachos decimonónicos Verlaine, Baudelaire, Rimbaud...y los pintores parisinos de principios del XX: Modigliani sobre todo.
    Es una memez el mérito de la fealdad, de la maldad barriobajera y presuntamente marginada, de la brillantez del vicio, del malditismo en fin. No basta disfrazarse de artista para ser Picasso, y además refleja la mediocridad del sujeto: Hay mucho mediocre que por instinto se disfraza de delincuente creyendo, el muy imbécil, que así se protege. Ojo, que a Mario Conde le pasaba igual. Aquel exceso de dandismo revelaba una triste debilidad, complejo o como quiera que se llame.

    ResponderEliminar
  4. Juan Luis de Soria, según recuerdo, escribió un espantoso romance sobre el piercing, que bien podría facilitarnos. Me plagió descaradamente un verso, pero el contenido era interesante.

    ResponderEliminar
  5. ¿Seguirá Juan Luis de Soria visitando esta tormenta? Si lo hace, que nos fulmine con su romance, venga.

    ResponderEliminar
  6. Anónimo12:36 p. m.

    Como treintañera que soy, gracias por la flor que nos lanzas... A pesar de las patas de gallo y de que ya no vamos estando para enseñar el ombligo, ahora somos más interesantes; eso me dice mi marido (¡menos mal!).
    Lo de la "elegancia", me recuerda aquella célebre frase atribuida a Coco Chanel: "Viste mal y sólo verán el vestido; viste bien, y sólo verán a la mujer".

    ResponderEliminar
  7. Anónimo12:49 p. m.

    AL “PEARCING”, BECERRO DE PLATA


    No puedo estarme callado
    ante el pendiente de plata
    que adorna los vientres tersos,
    componiendo dulce estampa
    en los cuerpos de mujer
    que, siempre con prisa, pasan
    de largo a sus quehaceres,
    sembrando el mundo de babas.
    Qué le haremos, mis amigos,
    si la moda no se apiada
    de los sensibles varones
    que fustiga y que maltrata.
    Hay quien se engarza un aro,
    o un color como una llama
    que arde desde sus vientres
    como faro en dulce playa,
    alertando a tristes buques
    que la tormenta se agranda,
    se enfurece y ya nos cerca,
    dios tiránico y de plata
    que grita con desvergüenza:
    “¡Abajo la monogamia!
    ¡Se rompan los nervios todos,
    no haya en la carne calma!
    ¡Mientras dure nuestro imperio,
    clavaremos nuestras lanzas
    en tantos ojos perplejos
    y en las zozobras del alma!”
    Por los bares y tabernas
    se exhiben por doquier damas
    que, trasero peraltado
    y jerseys de corta talla,
    muestran su gema inocente
    (es un decir, que no hay nada
    más culpable que este brillo
    que a todos mata y remata).
    Que no es que no esté de acuerdo,
    pero se agita la calma,
    los ojos vuelve distintos
    y los versos desbarata.
    Ya que no hay más remedio
    que cantar la bufonada,
    ¡que viva el pearcing, amigos,
    y que tengamos mañana,
    porque hoy está difícil
    tener la vida muy casta!
    Visiones del mundo oscuro
    con brillos de joya extraña.

    ResponderEliminar
  8. Recorto y guardo:

    1) Con la fresca, en invierno, los chalecos, las bufandas, los abrigos abrazan mejor cualquier anatomía. La calle pierde emociones fuertes, pero también se evitan sobresaltos.

    2) Lo más extravagante de los tatuajes es que estén de moda, porque moda es lo que pasa de moda, mientras que un tatuaje es imborrable, permanente.

    Sobre el segundo recorte, tengo dos pensamientos:

    - Los jóvenes buscan (buscamos, aunque no llevo tatuajes) cosas permanentes.

    - En realidad, cada moda nace con pretensión de ser para siempre, aunque sepa que no lo será. O quizás nazca con pretensión de ser todo, que no es lo mismo, pero está para pensarlo.

    Gracias y saludos.

    ResponderEliminar
  9. Muy cierto, J. I.: en los tatuajes hay un anhelo de permanencia, quiero pensar, y será por eso que, al contrario que el mesetario Juan Luis de Soria, me interesan mucho más que los pearcings, como ya dejé apuntado una vez.

    ResponderEliminar
  10. Me ha encantado este artículo, este paseo por las afueras del eZPanto. Así recordaremos e identificaremos a las jovencitas de hoy cuando pase un poco de tiempo porque, como dices, «moda es lo que pasa de moda», una frase memorable como la final: «las magníficas, las clásicas treintañeras».

    ResponderEliminar
  11. Anónimo1:49 p. m.

    Te acabo de descubrir. Me encanta tu forma de escribir; La frase "moda es lo que pasa de moda", la he apuntado en mi dietario de trabajo. Uy! discuto mucho con mi hija sobre la moda, y eso que dices "la calle pierde emociones fuertes, pero también se evitan sobresaltos", cuanto contenido lleva, yo me llevo cada sobresalto a mi paso... Soy del 70, treintañera!!

    ResponderEliminar
  12. Anónimo4:01 p. m.

    "Deberían mirar menos revistas y más espejos". ¡Cuánta razón llevas!
    Ya hablaremos más sobre la moda...

    ResponderEliminar