miércoles, 24 de enero de 2007

La taberna errante

Éste es mi artículo número cien encaramado a la columna del Grupo Joly. Hay que temer a los números redondos porque son propicios al rodar de lágrimas. La celebración de aniversarios es un género periodístico de mucho sentimiento en el que no conviene tropezar del todo. Aunque tampoco me gustaría pasar por alto esta oportunidad de brindar con una (o dos) copas de vino a mi salud.

Y no por egolatría, sino para recordarle a la ministra Salgado que el vino es muy saludable. Cuando ella, tan en plan talibán, la emprendió contra el tabaco, teniendo en cuenta que la única fumadora de mi familia es mi suegra, no me pareció mal. Su guerra contra las hamburguesas daba alipori: solamente el régimen perenne y melancólico que padezco a medias impidió que me metiese entre pecho y espalda una de las más grandes como acto de insumisión cívica. Pero ahora la ministra va a por el vino, y yo por ahí no paso. Estoy dispuesto a echarme al monte, empezando ya mismo con las dos (o tres) copas de rigor.

En mi más tierna infancia comía, más que bebía, del vino de jerez. Mi padre se ha ganado la vida en una bodega. Ni sangre azul ni colorada, a mi mujer por las venas le corre vino fino. Y unas gotas de vinagre añejo, si hay que decirlo todo. Sus apellidos son, como escribió Foxá, una marca registrada. Además, trabaja en el sector y gana (esto emocionará mucho a María Teresa Fernández de la Vega) más que yo, que es algo que llevo de maravilla, para que vean cuán moderno y feminista soy. Pero no es sólo ni principalmente agradecimiento lo que me acerca al vino: es que me encanta. Por eso en días especiales como hoy, que es mi centenario, me tomo tres (o cuatro) copitas.

Algo tendrá el vino cuando lo maldicen éstos. Toda una garantía sensu contrario, pues en el Gobierno tampoco gustan los toros, ni el Plan Hidrológico ni las víctimas del terrorismo… Chesterton escribió una novela profética titulada The Flying Inn (o sea, La taberna errante) en la que para sortear las prohibiciones los protagonistas se convierten en prófugos que huyen con su barrilito de ron y su queso por esos mundos de Dios. Chesterton y sus amigos predicaban con el ejemplo y se enchufaban cuatro (o cinco) copas de vino a la menor oportunidad, que siempre es buena. Eran católicos y dieron tan buen ejemplo que los abstemios, con el puritanismo que les caracteriza, criticaban the boozy halo of Catholicism. (Lo dejaré sin traducir, para no dar ideas.)

¿Qué tiene que ver el catolicismo con todo esto?, preguntará alguno, demostrando —perdón pero in vino, veritas— una preocupante ignorancia. El vino es bebida sagrada. En la Biblia se constata que “alegra el corazón del hombre”. Allí no gastan lenguaje de género, así que donde se lee “el corazón del hombre” se entiende que también es el de la mujer, con la excepción de la ministra Salgado, me temo. A pesar de todo, brindaremos por ella las veces que haga falta. Hip, hip, hurra.
[En el Grupo Joly]

10 comentarios:

  1. Anónimo10:53 a. m.

    Ahora mismo me voy a tomar cinco (o seis) copas de vino a tu salud (y a la de tu esposa).
    ¡Vivan los noffioss!

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  2. Mi abuelo era enólogo en Haro, y la casa donde vivió mi madre es hoy museo del vino... El artículo te ha quedado redondo como una copa de vino.

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  3. Anónimo12:39 p. m.

    Yo brindo por ti, por las buenas letras y por el buen vino. ¡A por los doscientos!

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  4. Brillantísimo.

    Te imagino escribiéndolo en una mesa esquinada en Fleet Street, sobre un papel de deshecho lleno de lamparones de vinazo.

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  5. La Salgado dijo además que el sexo no lo prohibiría porque ella sí lo practica. Lo que no aclaró es si lo hacía como profesional o simple amateur.

    Por cierto, me encanta la frase del enlace. Debería haberla puesto como título del blog.

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  6. Anónimo10:57 p. m.

    Qué alegría haberte descubierto, y más aún en un artículo tan ocurrente y simpático.nunca pense viendote en tu departamento,tan serio y formalito que tenías un humor tan fantastico.Enhorabuena por los cien, y desde ahora ya no me pierdo ninguno.Un cordial saludo.

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  7. He disfrutado mucho este artículo, por todo lo que cuentas y lo bien que lo cuentas. A ver a quién no le entran ganas de brindar tres o cuatro o cinco veces por tu columna número 100, con un buen vino.

    No sé qué opinaréis, pero ese pacto entre Sanidad y los empresarios para no hacer tallas pequeñas me parece una tontería más en la línea de ésta que comentas.

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  8. Anónimo12:05 a. m.

    Feliz centenario (el columnístico, no el brandy, no sea que nos detengan)

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  9. La ministra esa anda como la taberna de Chesterton: errante. "Erra" una tras otra...

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  10. Qué ilusión el reencuentro aunque sea virtual.

    Y no te asustes, María, que es puro fingimiento literario. Sigo tan serio serio serio como siempre siempre siempre.

    Lo de las tallas tiene otro artículo, es cierto.

    Y es una pena, Juan Ignacio, que tu apunte llegara tarde. Lo de errante [o herradora] hubiese quedado muy bien.

    Abrazos.

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