Él llegó al bar, pálido y trémulo. Se sentó.
—Por ahora, nada —se disculpó al camarero. —Estoy esperando a una amiga.
De ahí a dos minutos, estaba muerto.
En cuanto al camarero que lo atendió, ése adoraba repetir la historia, y siempre destacaba ingenuamente:
—Y, hasta hoy, la “gran amiga” no llegó.
Vaya, parece un microrrelato de los que gustaban a Borges y Bioy.
ResponderEliminarAh, ¿pero la amiga no era la muerte?
ResponderEliminarA lo mejor era la "Amiga Muerte" y el camarero no se había enterado.
ResponderEliminarSí, la gracia del microrrelato es que Quintana se sonríe del realismo cegato del camarero. Se sonríe con ternura, como decía el gran Marechal que lo hacen los ángeles al vernos funcionar a los hombres.
ResponderEliminarLos cuentecillos con la Muerte como personaje molan. Un favorito de todos los tiempos es el del criado del sultán que huye al ver la mueca que le hace la muerte en los jardines, y resulta que...
ResponderEliminarAgus, buen comentario.
ResponderEliminares un microrelato genial
ResponderEliminarClaro, por eso dice "ingenuamente". Es fantástico.
ResponderEliminarEnrique, ¿adónde puedo pedir un ejemplar de "Oficio"? Aquí en las librerías de Valladolid son una panda de inútiles.
ResponderEliminarFabuloso el relato y me interesa bastante eso que dices de los ángeles,que son todo un enigma para mí...
ResponderEliminar¿Cómo se llamaba la obra aquélla de Casona? ¿"La barca sin pescador"? Era una historia preciosa, que interpretó Mª Jesús Valdés hace ya algunos años: hacía de la Muerte. Que alguien me refresque la memoria, por favor, que no me apetece levantarme a mirarlo...
ResponderEliminar(Cómo me gustaba a mí Casona, lo que son las cosas, y lo que cambia una).
Las señoritas, primero: Verónica, creo que la obra de Casona se llamaba La dama del alba, aunque puede ser otra.
ResponderEliminarLo de los ángeles, milord, es lo que cuento y ya. En el prólogo de Adán Buenosayres Marechal defiende su humor como compañero de la caridad, poniendo como ejemplo la sonrisa con que los ángeles nos contemplan.
El cuento del sultán es extraordinario, sí. Lo mejor de Obabakoak de Atxaga es la versión-revisión que hace de esa historia. Yo todos los años se la cuento (la original, por supuesto) a mis alumnos con bastante éxito de público.
Y lo de Oficio no es un problema de los buenos libreros de Valladolid sino de los editores de Sevilla. Trataré de encontrar un enlace de internet en el que puedas comprarlo y si no, mándame tu dirección postal, que no publicaré aquí, y haré lo posible por que te lo hagan llegar.
¡Qué buen "microcuento"!
ResponderEliminar(Y no podría dejar de mencionar mi sorpresa al ver que citas a Marechal).
Algunos por ponerle cuernos a la Soledad se citan con La Flaca.
ResponderEliminarLo tuyo cerrajero es un micro-microcuento, un poco de horror, aunque tenga su parte de realidad.
ResponderEliminarY sí, Juan Ignacio, siguiendo tus pacientes consejos me metí Adán Buenosayres entre pecho y espalda. Y te debo una de las grandes. Gran novela (en todos los sentidos). Lo pasé realmente bien.
Me alegro que te haya gustado Adán Buenosayres. Tu incluso le habrás sabido sacar más jugo que yo por tu conocimiento de los clásicos de los que toma tantas cosas.
ResponderEliminarSaludos.