Encima de mi mesa florece en un jarrón un ramo de corazones de María —también esta planta es uno de mis tests. Mido la alegría que siento al contemplarla y me parece que nunca ha sido mayor.Esa flor no la conozco, aunque sí las lágrimas de María, que me gustan mucho. Pero me someto a otros tests personales muy análogos. Un termómetro moral que me pongo todas las mañanas mientras voy en coche es la radio. Según lo que marque en el dial, así está de fervoroso mi espíritu. Si no la pongo, es lo mejor: ando radiante, capaz de colmar el silencio. Cuando Radio Clásica, también estoy sobresaliente, aunque ya en versión culturalista. El notable es escuchar las noticias, que indican cierto interés por la cuestión social y el bien común. Un seis justito lo marca la radio de la Base naval de Rota, que por lo menos me sirve, entre el rock y el country, para trabajar el inglés. Cadena 100 es sólo un aprobado, y porque es propiedad de los obispos... Los Cuarenta Principales indican que me dejado ir por el despeñadero de lo fácil y que necesito mucho ruido para no oírme la conciencia. Si subo el volumen, más baja la nota. Y todo es susceptible de empeorar: ahí está la Cadena Dial para atestiguar la gravedad de la situación. En lo más hondo del foso —o de la caverna, si nos ponemos platónicos— está Canal Fiesta, tan lolailo, tan andalú de realiá nasioná, que es ya el estatuto, quiero decir, el colmo.
viernes, 16 de febrero de 2007
Termómetro moral
Cada vez que me río de alguien es como si escupiera hacia arriba o peor aun, como si mease, con perdón, a barlovento. Hace unos meses me permitía el lujo de sonreírme del que me confesó que se sentía un alma gemela de Jünger porque ambos leían, ¡fíjate!, la Biblia. Bueno, pues ahora resulta que somos trillizos, porque siento una especie de radiación irresistible y me parece que leo a Jünger en un espejo. Probablemente crear esa sensación es una de las pruebas del nueve de los grandes escritores. En un momento dado, escribe:
Lo que dices de radio Fiesta es otro punto que puedes sumarle al andalucismo. Yo prefiero una rumba de Los Chichos a las melosdías con acordeón y txistu, tan melancólicas. Buena idea esta del termómetro...
ResponderEliminarNo te paso las palabras "test" y "dial" sin subrayar o sin traducir, diga lo que diga el Diccionario de García de la Concha.
ResponderEliminarA los maestros se les hace caso instantáneamente: las pongo ya mismo en cursiva.
ResponderEliminarGracias.
Esta entrada me parece buenísima. Me reconozco en este ejercicio de mirarse en el espejo de las cosas. Yo iría más allá, a veces nos pasa esto también con las personas: hay días que uno no está para nadie y otros que hasta los feos nos parecen guapos, empezando por uno mismo alguna terrible mañana.
ResponderEliminarbuena prosa, la graduación que haces sobre todo.
ResponderEliminarMuy gracioso y cierto el diagnóstico del dejarse caer por el despeñadero de los Cuarenta Principales. Y el título del post.
ResponderEliminarSiempre nos quedará "Radiolé"...
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