Una característica esencial de la Divina Commedia es que, mientras por otros libros se avanza, por ella se asciende. En las mejores obras, la sensación es prácticamente física: en la Odisea se dan vueltas, se cabalga en El Cid, en El Quijote se anda a caballo como en la poesía de Antonio Machado en tren... En la Commedia se asciende a pulso incluso en el descenso del Inferno, pues allí todo está invertido. Eso hace mucho más excitante la lectura, desde luego, pero también un punto más cansada: no se desafía impunemente la ley de la gravedad. Hace muchos años, en mis primeras cartas con Cereijo, él me contó que no había salido del Infierno, a lo que yo le respondí que, para mi alivio, había alcanzado ya el Purgatorio. Años y lecturas después, me había vuelto a parar, aunque esta vez en la antesala del Paraíso, como con miedo a tanto gozo. Hoy, que es lunes y además de Pascua, vuelvo a coger carretera y manta. ¡Aúpa!
Me animas a leerla.
ResponderEliminarDebo confesar que aún no le he hincado el diente, aunque tengo buenos propósitos: hace tres meses que la Divina Comedia descansa en mi estantería...que a estas alturas es un purgatorio donde los libros llamados y escogidos esperan su turno.
Aunque hay que decir que la imperfección en este caso no es de los libros sino mía.
A mí me costó también salir del Infierno. El Infierno de Dante nos describe tal como somos, nos deja en evidencia, pero, al mismo tiempo, nos halaga: los pecados y los pecadores más terribles aparecen con rasgos heroicos, y eso es algo que puede situar la falta en un segundo plano. En el Purgatorio, hay más de lo mismo, pero el alma empieza a escuchar voces más difíciles; pasa del halago a la exigencia. Por último, al Paraíso le va muy bien aquello de "cerrado para muchos" de Soto de Rojas...
ResponderEliminarY yo seguiré con el Purgatorio...
ResponderEliminarMe pasa lo mismo que a Batiscafo, me anima a leerla sabiendo que igual tendré que hacer unos pequeños descansos intermedios hasta ascender a la cumbre. Yo por ahora estoy en la antigüedad clásica, tratando de conocer a Virgilio.
ResponderEliminarAyyyy, yo que nunca he sentido ganas de leerla. Sobre tu palabra...
ResponderEliminarYo tengo desde hace años la traducción de Crespo, en verso, y no he pasado nunca del Infierno. Acabo de comprar la de González Ruiz,primorosamente editada por Homo Legens. A ver si ahora va la vencida.
ResponderEliminarQué gracioso (e instructivo para un profe como yo) que en la entrada dantesca (la nº 13) en que reconozco la partecica ardua de su lectura, sea la que más ánimo para leer la Divina Commedia ha insuflado. Escribiré (en plan profe) unos consejos para su lectura, por si sirven.
ResponderEliminarAh, y se me olvidaba: atiendan al comentario de Acton, lleno de perspicacia.
ResponderEliminarYo leí la Commedia hace mucho y me fascinó aún más cuando descubrí gracias a Asín Palacios sus indudables relaciones con la escatología musulmana, obra que, por cierto, eché en falta hace poco, Enrique. Menos mal que la biblioteca de la facultad tiene varios ejemplares.
ResponderEliminarPues la tengo leída y preparada (ay) para regresar con su legítimo propietario, previo café, por supuesto.
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