Que no te engañe la muerte, Maíquez, que juega de farol. Tú sabes que al final no ganará la partida. Te lo dice un amigo por la cuenta que le trae. Pedro B.
Lo releo: la primera parte con sus encabalgamientos y swings es de curvas y la segunda (separada por el recto alfil) es de rectas. A cada relectura del poema lo disfruto más.
Me gusta mucho, a mi también me recordó rapidamente al de d'Ors y como dice Julio lo del alfil cruzando el poema es buenisísimo...ahora en último verso un poco hard-core no? digo porque prefiero morir yo a mis amigos, aunque como siempre verdades como helicopteros de asalto!!!
Qué maravilla! Es verdad: a cada lectura el poema se ahonda. Cómo ese alfil sigiloso cambia el paso del baile, de las curvas a las rectas, del relumbrón a lo más auténtico, del ahora a lo intemporal; y cuando parece que todo se queda ahí, en un brillante menosprecio de la vanidad del mundo...¡zas!: ése último verso, tan sigiloso como el alfil, que al principio parece que concede hasta lo que se quiere más eterno, y luego da la vuelta al juego, inundando el poema de piedad y salvando incluso la moto.
Juro que el último comentario no lo he escrito yo, aunque lo he soñado a menudo mientras corregía el poema. Gracias sean dadas a quien sea.
Y a todos. El secreto del poema, no duró mucho, que lo descubrió Julio enseguida: el alfil que cruza entre curvas y rectas. Muy sorprendente para mí fue el otro descubrimiento de Arp. No me lo esperaba en absoluto, pero ahí está: el parentesco con "Contraste". Quizá en otra ocasión protestaría un poco, pero ahora que estoy todavía aterrizando de defender en la Francisco de Vitoria la imitatio y de desdeñar la obsesión por la originalidad, no. Además, esa piscina, que es la misma en los dos poemas, no me deja mucha opción.
El comentario anónimo me ha iluminado muchísimo el poema. Lo he vuelto a leer, dos y tres veces más. En efecto, gana con cada relectura. Ahora lo veo como una declaración de amor apasionado al mundo, alejada de cualquier atisbo de moralina.
Una vez más,enhorabuena, y gracias también a los sabios comentaristas.
Es verdad, el comentario no era suyo, entre otras cosas por lo mal escrito. Pues de nada, Enrique. Era más largo, porque el "también" tiene tela, pero tampoco quería pasarme. No sé por qué a veces se me pierden las iniciales por el camino.
Hola Enrique, más o menos al hilo. Recuerdo un anónimo español que decía. -- ¡Pobre de aquél que corre y se dilata por cuantos son los climas y los mares perseguidor del oro y de la plata! Un ángulo me basta entre mis lares un libro y un amigo, un sueño breve que no perturben deudas ni pesares.
Que espero te sirva como regalo para mañana viernes. Un abrazo
¡Cómo cruza ese alfil el centro del tablero, el centro del poema! Enhorabuena.
ResponderEliminarQue no te engañe la muerte, Maíquez, que juega de farol. Tú sabes que al final no ganará la partida. Te lo dice un amigo por la cuenta que le trae.
ResponderEliminarPedro B.
Me acuerdo de Contraste, el poema de D'Ors con aquel tremendo final: 'tampoco soy feliz'.
ResponderEliminarLo releo: la primera parte con sus encabalgamientos y swings es de curvas y la segunda (separada por el recto alfil) es de rectas.
ResponderEliminarA cada relectura del poema lo disfruto más.
Magnífico poema, Enrique. Enhorabuena.
ResponderEliminarGran, gran poema. Muchas gracias por hacérnoslo édito. Desde luego, la muerte sabe latín.
ResponderEliminar¡Oye! —es decir, ¡lee!—, este poema es muy bueno. Y eso que yo ni golf, ni moto, ni glamour, sólo piscina.
ResponderEliminarMe gusta mucho, a mi también me recordó rapidamente al de d'Ors y como dice Julio lo del alfil cruzando el poema es buenisísimo...ahora en último verso un poco hard-core no? digo porque prefiero morir yo a mis amigos, aunque como siempre verdades como helicopteros de asalto!!!
ResponderEliminarQué maravilla! Es verdad: a cada lectura el poema se ahonda. Cómo ese alfil sigiloso cambia el paso del baile, de las curvas a las rectas, del relumbrón a lo más auténtico, del ahora a lo intemporal; y cuando parece que todo se queda ahí, en un brillante menosprecio de la vanidad del mundo...¡zas!: ése último verso, tan sigiloso como el alfil, que al principio parece que concede hasta lo que se quiere más eterno, y luego da la vuelta al juego, inundando el poema de piedad y salvando incluso la moto.
ResponderEliminarJuro que el último comentario no lo he escrito yo, aunque lo he soñado a menudo mientras corregía el poema. Gracias sean dadas a quien sea.
ResponderEliminarY a todos. El secreto del poema, no duró mucho, que lo descubrió Julio enseguida: el alfil que cruza entre curvas y rectas. Muy sorprendente para mí fue el otro descubrimiento de Arp. No me lo esperaba en absoluto, pero ahí está: el parentesco con "Contraste". Quizá en otra ocasión protestaría un poco, pero ahora que estoy todavía aterrizando de defender en la Francisco de Vitoria la imitatio y de desdeñar la obsesión por la originalidad, no. Además, esa piscina, que es la misma en los dos poemas, no me deja mucha opción.
El comentario anónimo me ha iluminado muchísimo el poema. Lo he vuelto a leer, dos y tres veces más. En efecto, gana con cada relectura. Ahora lo veo como una declaración de amor apasionado al mundo, alejada de cualquier atisbo de moralina.
ResponderEliminarUna vez más,enhorabuena, y gracias también a los sabios comentaristas.
Es verdad, el comentario no era suyo, entre otras cosas por lo mal escrito. Pues de nada, Enrique. Era más largo, porque el "también" tiene tela, pero tampoco quería pasarme. No sé por qué a veces se me pierden las iniciales por el camino.
ResponderEliminarEstos versos alfilados cortan tanto en las curvas...
ResponderEliminarHola Enrique, más o menos al hilo. Recuerdo un anónimo español que decía.
ResponderEliminar--
¡Pobre de aquél que corre y se dilata
por cuantos son los climas y los mares
perseguidor del oro y de la plata!
Un ángulo me basta entre mis lares
un libro y un amigo, un sueño breve
que no perturben deudas ni pesares.
Que espero te sirva como regalo para mañana viernes. Un abrazo
Gracias. Click.
ResponderEliminar