martes, 3 de julio de 2007
De veraneo
Cuánta razón tiene Manupé, que pide que entierre ya la pipa de la paz. Pero el verano me tiene relajado, optimista, mimoso. A media mañana paseo hasta la cafetería para desayunar y hasta me paro en el escaparate de la librería-papelería del centro comercial, aunque sin ninguna esperanza, como su propio nombre indica. En el escaparate, este título: Soy lo que como. Minutos después, pido indeciso una tostada: sigue repicando el inquietante título en mi cabeza. Recuerdo que una vez en una entrevista Luis Alberto de Cuenca avisaba: “Somos lo que leemos”. De habérmelo creído al pie de la letra habría dejado, inmediatamente, de leerle a él. Y al noventa y cinco por ciento de mis autores predilectos. Tomo la tostada con aceite y sal y abro los Diarios de Léon Bloy. No puedo dejar de preguntarme quién voy a terminar siendo con este régimen. Por distraerme, miro a la mesa de al lado y veo que el vecino está extraordinariamente embebido en una página del periódico que reza en grandes titulares: “Calderón, acto primero”. Emoción por Rocío Arana, por el Siglo de Oro, por los autos sacramentales. Alargo el cuello cuanto puedo... y no lo hiciera: páginas de deportes. Calderón es un señor rubiasco con una poderosa mandíbula que preside el Real Madrid. Somos lo que somos.
Me lo temía: soy un yogur natural y un paracetamol. Esta mañana apenas soy nada.
ResponderEliminarEn última instancia eres lo que oras.
ResponderEliminarAdemás de quedarme tranquila después de leerte (tras las advertencias de L.A. de Cuenca), me quedo con el tema que propones, ¿en qué medida somos lo que leemos?
ResponderEliminar"al cabo de los años te das cuenta de que los hombres no son ni buenos ni malos, sino raros". (José Julio Cabanillas, cierta tarde, a un servidor).
ResponderEliminarOtium sine litteris mors est et hominis vivi sepultura
ResponderEliminarEsta entrada está para comérsela entera, incluidos los comentarios. Yo no estoy de vacaciones, no las voy a tener este verano y además aquí, en las Islas, ¡llueve! Tu veraneo es, fugazmente, mi veraneo. Y apoyo la insistencia de Anacó, es una gran cuestión: ¿en qué medida somos lo que leemos?
ResponderEliminarY penasr que me he pasado toda la mañana siendo un churro. Verdades como puños. Entrada antológica Enrique. Disfruta de tu verano.
ResponderEliminarYo recomiendo leer el Marca, sobre todo en verano (cuando no hay liga), en dosis controladas y, a ser posible, con control facultativo. Bueno, igual exagero, pero es que en verano el Marca es impagable. No se lo proponen, y hacen puro creacionismo.
ResponderEliminar"Otium sine litteris mors est...", homo litterarum dixit.
ResponderEliminarEl hombre es lo que lee y lo que ve y lo que oye y lo que le inculcan y lo que le pasa y lo que cree y lo que quiere y lo que no quiere, etc, etc. Y, por encima de todo eso, siempre algo misterioso más: ése que lee, ése que ve, ése que escucha, ése que pide tostada con aceite...
De Perogrullo, aunque a Lac le gusten las frases y las historietas redondas (según su teoría las listas de lecturas de algunos habría que meterlas en el Syllabus).
Y sí, en alguna medida, no sé en cuál, seguro que somos lo que leemos; pero para mí la cuestión más importante es otra: ¿en qué medida lo que leemos nos ayuda a ser no más cultos, sino mejores y más sabios?
Amén, CB. Por eso mismo me gusta tanto este poema de Emilio Quintana.
ResponderEliminarNo es por jugar con las palabras, pero quizá leemos lo que somos. Es decir, nos atraen (sabiéndolo o no) sólo los libros en los que acabaremos reflejándonos, los libros que le dirán algo a aquello que somos. Si no somos éstos, difícilmente podremos ser los otros muchos que también leemos y que, aparte de información, no nos dan otra cosa (a no ser que esa información sea lo que somos y, en ese caso, seríamos todos más o menos iguales).
ResponderEliminarClaro que no es jugar con las palabras, Julio. Estoy encantado con tu precisión. La usaré esta tarde en mi conferencia (indicando su autor). Gracias.
ResponderEliminar¡Suerte a las cinco en punto de la tarde!
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