lunes, 1 de octubre de 2007

Ring, ring

Sonó el timbre otra vez. Esta vez eran Silvia y Teresita, dos niñas de siete u ocho años, de la urbanización, que vienen de vez en cuando (como otras niñas de la urbanización) a visitar a Carbón y a Pukka. Bajé los dos pisos del adosado, otra vez, para abrirles la puerta.

—¿Y Leonor? —preguntaron nada más entrar, mientras se abalanzaban sobre los resignados Pukka y Carbón.
—Este fin de semana no está. Ha ido a Madrid…
—Uy, pobre, te ha dejado solito… —se condolió Silvia muy sinceramente.
—¿Y la cuidadora? — terció Teresa, más práctica.

Como a mí quien me cuida es Leonor, iba a repetirle, por si sorda, que ¡este fin de semana no está, que se ha ido a Madrid! Justo a tiempo recordé que en una boda nos tocaron en la mesa unos que se la pasaron hablando de cuidadoras, de sus virtudes y defectos por nacionalidades. Ah, me dije, cuidadora es el nombre chic de lo que toda la vida fue tata, cuando era mayor, o muchacha, cuando era muchacha…

—¿Te refieres a Ángeles, la chica que viene a limpiar?
—Sí, ésa, tu cuidadora, ¿tampoco está?
—No, viene entre semana.
—Pobre —insistía Silvia, meneando la cabeza mientras retorcía las orejas de Pukka.

No sé si era solo solidaridad infantil, que pensaban ellas que necesito también una cuidadora; o ya caridad femenina, ese peligro, porque van descubriendo que no es nada bueno que el hombre esté solo. Sé que subí otra vez los dos pisos hacia mi buhardilla con el corazón en un puño, y no eran taquicardias de tantas escaleras.

6 comentarios:

  1. Anónimo10:27 a. m.

    En ellas, aunque todavía no desarrollados por su corta edad, existen conocimientos potenciales que nosotros (los varones)siempre ignoraremos.

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  2. Anónimo11:23 a. m.

    En esa urbanización
    debe haber cien cuidadoras
    que trabajando mil horas
    cobran diez al alimón.
    Felices Pukka y Carbón
    con esa infantil visita...
    Y Máiquez, que no se irrita
    y responde con paciencia
    la excusable impertinencia
    de la dulce Teresita.

    ESPINELETE

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  3. Anónimo7:00 p. m.

    Desde chiquititas ellas nos hacen creer que necesitamos que nos cuiden. Lo peor es que, tal vez, tengan razón. Y yo sin cuidadora...

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  4. Anónimo9:04 p. m.

    Curioso ese sentimiento femenino-maternal innato.

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  5. Espinelete, se supera vd. en cada décima.

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  6. Anónimo10:37 p. m.

    Gracias, amigo Baltanás, viniendo de un poeta cuya producción aprecio tanto como la suya es todo un halago. ESPINELETE

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