Ayer, cenando, volvíamos, uf, al Divorcio Universal, y entonces una amiga saltó: “¿Y si tu marido te sale rana, eh, eh?” Yo me quedé colgado de esa expresión curiosa. Supongo que en el fondo del estanque, quiero decir, de la expresión, subyace que la otra persona (o grácil renacuajo) cambió hasta el extremo de una metamorfosis o metáfora resbaladiza. O viceversa, que no se transmutó en principe encantado (esto es, desencantado) al contacto del beso. O ambas cosas a la vez. Para el segundo supuesto, sería más exacto exclamar: “Se quedó rana”.
Alguien dijo que los hombres, al casarse, piensan que su mujer no va a cambiar nunca y que las mujeres, al casarse, piensan que van a poder cambiar a su hombre.
ResponderEliminarLuego salen las ranas, los renacuajos y, a veces, hasta los sapos. ¿Qué hacer?
EFB
Como decía Santa Teresa a una compañera con la que pernoctaba en un lugar solitario y que empezaba a temer "y si viniera un hombre malo y tal y tal":
ResponderEliminar-De que eso sucediere, pensaré lo que se he de hacer. Ahora, durmamos.
O sea, EFB, que todo queda de lo mejor repartido: ellas salen ranas y nosotros nos quedamos ranos. Menos mal que: "el sapo a la sapa/ la encuentra guapa".
ResponderEliminar¿En qué momento se sabe que el marido no saldrá nunca rana?
ResponderEliminarNunca se sabe; de pronto se oye "croac", y es el marido-sapo. Pero muchas charcas hubo de pisar, que no por caerse al charco se croa.
ResponderEliminarY la princesa-sapa seguirá besando sapos, que al final todos ranas.
LM.
Concuerdo con la teoría implícita que dice que es mucho más frecuente que se trate de una rana desde antes de casarse y no que se vuelva rana de golpe y porrazo (o besazo).
ResponderEliminarJajajaja. Enrique, me parece a mi que este tema del divorcio va perseguirte doquier vayas.
ResponderEliminarAlguien me dijo una vez que nunca había visto a una rana convetirse en principe, pero que el proceso inverso lo había visto a menudo....
ResponderEliminarEse alguien... ¿no sería Letizia?
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