O sea, de los gordos. Se me ocurrió una paradoja para el artículo de ayer que me callé: la de que el Estado ve con malos ojos que los padres (que nos quieren tanto) den un coscorroncete pero no que la policía nos reduzca con la porra o, en su caso, con la pistola. Chesterton --tan anarquistoide-- se hubiese relamido con el contraste, tan suyo. Él podía, en un mundo bastante más sólido. Yo, sin embargo, tengo que andarme con pies de plomo, no vaya a leerme Zapatero y a gustarle la idea y a dejar a los pobres polis inermes, que él es capaz.
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